El vuelo de Hermes

Proyecto de investigación

Presentación

Al comienzo del canto v de la Odisea, Zeus ordena a Hermes que lleve un mensaje a la ninfa Calipso:

Al instante se anudó en sus pies sus bellas sandalias, de oro, imperecederas, que le transportaban sobre el agua y la tierra sin límites a la par de las ráfagas de viento. Tomó consigo su varita, con la que hechiza los ojos de los hombres, de quien quiere, y con la que, a su vez, también despierta a los durmientes. Con ella en sus manos se echó a volar el poderoso Argifonte.

Descendiendo a la Pieria se lanzó desde el éter al mar. Avanzó luego por sobre las olas semejante a una gaviota que da caza a los peces en los tremendos repliegues del estéril mar y se moja en la espuma salada sus presurosas alas. Parecido a ésta viajaba sobre las numerosas olas Hermes.

Iliada v, vv. 44-54 (trad. García Gual)

El Comentario de Eustacio, en un párrafo magistral de su proemio (210-211 M.), recurre a Homero para comparar la descripción de la tierra a vista de pájaro que ofrece el poema de Dionisio con la de este Hermes que vuela raudo desde el éter para obedecer a Zeus; también cuando trae a colación el descenso a tierra de Éride y su medición por parte de las águilas de Zeus. En sentido inverso, el famoso vuelo que emprende Ícaro elevándose sobre la tierra encierra un peligro que no tendrá que afrontar el lector de la Periégesis:

Dionisio reelabora la configuración de la tierra cuando se dirige a nosotros, trabajando sobre ella como lo requiere el verso, alzándose ligero con las alas de la palabra, circundando rápidamente toda la ecúmene, como las águilas tantas veces mencionadas con las que el Zeus del mito midió la tierra siguiendo el curso del sol, y transportando consigo al oyente y haciendo que vuele con él, como Dédalo a su compañero de vuelo Ícaro –con la diferencia de que aquí el vuelo es seguro y para ambos sin peligro y no está expuesto a las amenazas del sol.

¿No son acaso el viaje de Hermes penetrando en la tierra y el bastón de oro con el que según Homero da la vuelta volando a la tierra firme y al mar, este camino y método de la periégesis y el punzón en la mano del artesano que graba el mapa de la tierra? El estudiante es conducido por ellos como llevado de la mano, y sin esfuerzo da la vuelta a la ecúmene con toda la velocidad de sus alas, se adelanta con su mente al recorrerla y comprenderla con la palabra guiadora.

Así se imaginaría uno al terrenal Hermes, pero cuando el periegeta, tras abandonar la superficie de la tierra, recorre el círculo del cielo, sigue las líneas, da la vuelta a los polos y mide las estrellas limitándose a rozar lo que está arriba con la mano, señalando con el dedo lo que está aquí abajo, sobrevolando de esta manera la tierra y describiendo los fenómenos celestes, entonces ciertamente este Hermes no es terrenal sino que blandiendo el bastón, por decirlo como el poeta, vuela el poderoso Argeifonte, de bastón dorado (Odisea, canto v, 49). Por esta razón se diría que el poder del método periegético es más sutil y más adecuado que el de la Éride homérica, que en un principio es menuda y se encrespa (Ilíada, canto iv, 442) observando [211 M.] de cerca todo lo que está abajo en la superficie de la tierra, pero después cuando pone los pies en el suelo fija en el cielo la cabeza (Ilíada, canto iv, 442-443), como cuando el periegeta dirige su mirada a lo que atañe al cielo.

Poema y comentario, geografía romana y bizantina, se aliaron así en la voluntad de un profesor constantinopolitano para perpetuar y fijar una imagen del mundo que difundía los descubrimientos de los geógrafos alejandrinos y romanos con una modos expresión de raigambre homérica. Dar a conocer el mundo a través de la visualización de estas obras es una oportunidad para probar que, una vez más, el legado literario de la Antigüedad griega nos llegó marcado a hierro por la mirada que Bizancio proyectó sobre él.